1 • ¿Qué soy para ti?

El cigarrillo se consumía solo; su mirada estaba perdida y el ceño ligeramente fruncido. Su respiración se volvía un pequeño suspiro cuando sintió que su compañero lo miraba fijamente. Volteó algo sorprendido mientras una pequeña sonrisa trataba de enmascarar sus pensamientos.

"¿Tengo algo en la cara?" dijo mientras la sonrisa se hacía más natural.

"¿Te molesta algo? No me seguiste respondiendo y te ensimismaste," su compañero estaba visiblemente preocupado, "Sueles hacer eso ahora." Tiró su cigarrillo al suelo mientras se incorporaba.

"Tú sabes lo que pasa. Tengo opiniones que no siempre son agradables de escuchar, pero tienen sentido. A veces siento que las decisiones que toman en esta empresa son absurdas a propósito. Como si quisieran fracasar por alguna razón rara," mintió sin que se le notara el desinterés. "¿Cómo no estar preocupado?"

Con una sonrisa burlona, su compañero dejó el tema y abrió la puerta de la sala de fumadores. "Se supone que venimos a fumar para despejar la mente... no para deprimirme viendo cómo te desconectas." Su mirada se endurecía mientras hablaba. "Sé que no somos los mejores amigos, pero me preocupas." Titubeó antes de continuar. "No pretendo inmiscuirme en tu vida personal, pero puedes hablarme de lo que te molesta. Prometo no juzgar."

"Mm," murmuró al ponerse de pie. "Por supuesto que somos buenos amigos. No me trates como a un extraño. Ahora el que está raro eres tú"

"Eres tan bueno esquivando," el rostro de su compañero mostraba un poco de frustración. "Supongo que por eso eres bueno en este trabajo," sonrió. "Pero creo que deberías hablar con alguien entonces. Es difícil verse a uno mismo, pero es muy fácil verte desde mi posición." Luego de una pequeña pausa sin respuesta, añadió: "Siempre voy a confiar en tu solidez profesional, pero si lo quieres ver desde otro punto de vista... cuánto falta para que empieces a desvanecerte cuando sea importante. Te necesitamos presente."

Mientras escuchaba lo que su compañero decía, su limitada paciencia se esfumó por completo y un sentimiento de fastidio lo llenó por completo. "Lo siento," dijo sin intención. "La verdad es que estoy algo desanimado." Una sonrisa visiblemente sincera y totalmente vacía se dibujó en su rostro. "Pero diste en el clavo. En un par de horas tengo cita con mi psicólogo. No te lo había comentado porque es algo personal... pero desde el inicio del año he estado frecuentando terapia vocacional." Puso su mano en el hombro de su compañero y, manteniendo la sonrisa, le dijo en voz baja: "La compañía debería empezar a costearlo."

Su compañero le devolvió el gesto y, sin decir mucho más, continuó caminando hacia su puesto de trabajo. "Los hombres como tú manejan sus sentimientos con bases profesionales. Estoy orgulloso de ti," dijo alejándose y con un leve tono de escepticismo.

Ignorando el tono de su compañero, decidió finalizar su día. Pensativo, confirmó mentalmente los detalles de su cita.

De todas las cosas que solía enmascarar, esta no fue una mentira. Siempre que tenía tiempo, desde hace casi un año, visitaba la casa de su psicólogo, convirtiéndose en una parte regular de su rutina semanal. Dentro de sus muchas rutinas.


Horas después, se sorprendió al encontrarse frente a una puerta grande y sutilmente adornada. Con prisa, revisó su reloj y se alivió al saber que había llegado a tiempo a su cita, algo temprano de hecho. Aunque su rostro también mostraba preocupación porque no recordaba cómo había llegado hasta ahí. Y la preocupación aumentaba, ya que no era la primera vez que le ocurría. Pero se consoló aceptando la falta de control que sentía sobre su vida. Debería importarle más, sin duda, pero desde hace un tiempo no lograba tomarse en serio genuinamente.

Despejó estos pensamientos mientras se enfocaba en la casa que tenía al frente. No tenía prisa ya que aún quedaba tiempo para su hora, y como si fuese la primera vez que prestaba atención, detalló lo atractivo y discreto que le parecía el lugar. Una agradable sorpresa.

Titubeó durante un momento más. No quería ser imprudente. Pero se resolvió y tocó el timbre.

Luego de un minuto de silencio, logró escuchar pasos acelerados acercándose. Una mujer abrió la puerta, su rostro fresco como si acabara de alistarse y una sonrisa de anhelo sin disimular.

"¡Adrián!," exclamó manteniendo la sonrisa. "Llegaste muy temprano esta vez, ¿ansioso de verme?"

Él no pudo evitar devolverle el gesto. La primera sonrisa sincera de ese día. "¿Cuándo ha importado la hora en la que te visite?" se acercó. "¿O es inconveniente ahora?" dijo relajando la sonrisa, mientras una leve incomodidad crecía dentro de sí.

Como si pudiese entender sus sentimientos, ella rápidamente corrigió: "Jamás es un inconveniente que vengas. Te esperaba más tarde, pero es mejor así." Titubeando un poco, continuó: "Puedes venir tanto como quieras. Siempre que quieras. Tal vez hasta cuando no quieras podríamos solo acompañarnos sin hacer mucho." Hizo silencio mientras sopesaba sus palabras. No quería hablar de más.

Sin dejar que el silencio se prolongara y sintiéndose algo aliviado, Adrián la tomó de la cintura y la atrajo suavemente hacia él, saludándola con un beso en los labios. Ninguno cerró los ojos.

"Ambos sabemos que no lo dices en serio, pero aprecio la farsa", dijo, capturado por la profundidad de sus ojos negros. Cada vez que la miraba así, se sentía hipnotizado, como si esos ojos crecieran al sostenerles la mirada. No pudo evitar besarla de nuevo. "¿Puedo entrar?", preguntó en voz baja y con mucha familiaridad, mientras ambos pasaban el umbral.


Horas más tarde, una nube de humo ascendía desordenada dentro de una habitación tenuemente iluminada, situada en el segundo piso de la casa. Había una ventana grande con cortinas entreabiertas por la que se podía ver el cielo y la copa de algunos árboles. La luz nocturna pintaba toda superficie con un matiz azul. Dos cuerpos relajados y apenas cubiertos ocupaban una cama. La habitación impregnada de calidez. Poniendo atención, se podría escuchar cómo respiraban, algo agitados pero serenos.

"¿No sé cómo me convenciste de dejarte fumar dentro?" dijo ella evidentemente fingiendo desagrado. "No te basta con que mis sábanas huelan a ti, sino que mis cortinas deben oler a tu veneno." Lentamente volteó su cuerpo desnudo para observarlo mientras fumaba.

Observó sus ojos vacantes, mientras el humo que no exhaló se escapaba de la comisura de su boca. Ligeramente fastidiada por la ausencia de respuesta, le alborotó el cabello. "Hey" dijo mientras él le devolvía la mirada. Ahora tranquila y satisfecha. Deshaciendo la expresión de vacío por completo.

"¿Por qué dirías eso?" dijo mientras calaba de nuevo el cigarrillo. "Tú eres la única persona, de las pocas que se mantienen en mi vida, que jamás me ha querido cambiar o prohibir nada." Su expresión se volvió juguetona "¿O ahora tenemos este tipo de relación?" Imperceptiblemente, algo quebrado en su interior se movió mientras guardaba silencio de nuevo. Una oleada de dolor se extendió como un pulso desde su pecho. Era un sentimiento tan común para él que ni siquiera se inmutó.

"Relación..." pensó ella sin que su preocupación por haber hablado de más se reflejara en su rostro.

"Sabes que bromeaba. No es mi intención cambiarte" le respondió mientras se acercaba más. "Estoy aquí para ti, para que seas tú mismo. No te tienes que preocupar si no estoy de acuerdo con algo que te guste hacer" tomó su mano desocupada y se la llevó a la boca, besando la punta de cada dedo. "Puedes ser quien quieras." Beso "Puedes actuar como quieras." Beso "Puedes hacerme lo... que... quieras" dijo besando el resto de sus dedos. "Siempre ha sido así y seguirá siendo así." Esperó a que diera otra calada y lo miró fijamente, tomando su rostro entre sus manos. Con algo de timidez, le susurró "Sabes muy bien que soy tuya." Su corazón titubeante se aceleraba al sentir que lo que decía era prohibido. Un hormigueo se extendió por su cuerpo.

Aquello quebrado dentro de Adrián se estremeció ligeramente y apartó la mirada mientras volvía a acostarse. "Por supuesto" trató de decir con un tono juguetón, pero se podía percibir la burla en sus propias palabras. "Estás a mi disposición durante cada minuto del tiempo que acordamos" Acercó su mano a la mesa de noche y levantando un cenicero, tomó un sobre blanco, visiblemente abultado, que tenía una A en la esquina. "El regalo de hoy es significativo ya que pretendo quedarme más tiempo, como acordamos" le entregó el sobre, volteándola a ver como si nada. "No lo verificaste cuando te lo di al llegar."

Sosteniendo la mirada, ella tomó el sobre y lo colocó a un lado. Torpemente disfrazando su molestia por el rechazo indirecto, le respondió "Cuento con que te quedes más tiempo... porque además cocinaré cena, tan pronto nos levantemos." Como si temiera otro rechazo, agregó rápidamente "Tengo todo listo para complacer a tu estómago también" trató de hacer un gesto seductor, pero la tensión que sintió en ese momento se lo impidió. Afortunadamente, él no notó la diferencia.

"Eso suena bien," dijo Adrián, sintiéndose incómodo por un instante. No podía evitarlo. Llevaba mucho tiempo esforzándose por evitar muestras de afecto genuinas. Era casi instintivo en este punto. Y, pensando en alguna manera de rechazar lo que acababa de aceptar, añadió: "Depende de lo que prepares. No me considero quisquilloso con la comida, pero tengo preferencias como cualquiera," dijo mientras su mirada se enfocaba en algún punto del techo.

"Adoras mis desayunos, señor desconfiado... no dudo en que te gustará, después de todo es tu favorito." Un pequeño grito ahogado de pánico sonó en sus pensamientos, y trató de no cambiar su expresión mientras se repetía "¡Tonta!" en su cabeza. No debió decir eso. "Es solo una ensalada César, alguna vez lo mencionaste," mintió.

Manteniendo su mirada hacia arriba y sintiendo que la incomodidad que sintió se desvanecía, se burló: "Oh... eres un ser humano después de todo. Jamás te he hablado de mis comidas favoritas." Su voz era tranquila y confiada. "Supongo que te confundiste entre clientes. A pesar de que aprecio el platillo, no lo puedo considerar mi favorito en lo absoluto." Tras una última calada y después de apagar el cigarrillo, continuó: "Mi platillo favorito es algo que solo yo puedo preparar. Y cocinarlo es uno de los pocos actos de cariño personal que me entrego de vez en cuando. Es más un ritual para mí." Encendió otro cigarrillo; no solía fumar tanto en un mismo día, pero sin entenderlo bien, lo consideró pertinente. "Ni siquiera es un plato, es más bien la misma técnica aplicada a mis ingredientes favoritos. Es una mejor manera de ponerlo."

Ella se sintió sorprendida por el comentario y decepcionada por la forma tan plana en la que le habló acerca de otros... se hubiese sentido mucho mejor si hubiese podido escuchar algo de celos o si demostrase posesividad con sus palabras. En su lugar, escuchó tranquilidad e incluso alivio en su voz, como si estuviera contento por no tenerla. Mientras sentía que era rechazada de nuevo, el silencio se apoderó de la habitación, y empezó a volverse tensión.

Mientras los segundos se alargaban y el silencio hacía presión, y pensando en cómo la noche que tenía planificada se desviaba con cada cosa que pasaba, decidió apostar más y, respirando profundo, quebró el silencio.

"¿Te puedo preguntar algo?... Sé que no te gusta hablar de cosas personales... Pero, ¿te puedo preguntar algo serio?... Y si te molesta, podemos cambiar la conversación... Solo no quiero que te vayas."

Cada palabra de la última frase se clavó dentro del pecho de Adrián. Y frunció el ceño mientras lo sorprendía la molestia. No pensó mucho antes de responder "Hay muy pocas cosas que tú podrías decir que me hagan irme, y estoy bastante seguro de que no vas a decir alguna de esas."

Ella recordó todas las veces en que sus citas terminaron con él yéndose furioso... y se alivió al pensar que, al parecer, él no lo recordaba. Sin querer notar el cambio en la expresión de Adrián, habló volviendo su voz un susurro: "¿Qué soy para ti?"... Se quedó en silencio, reteniendo el impulso de darle más contexto a la pregunta.

Él se incorporó, sentándose; la mano que sostenía el cigarrillo se apoyó en su rodilla y, mirando a algún punto indeterminado, se quedó en silencio. Su mente en blanco mientras sentía algo dentro de su pecho que le gritaba, pero sin voz alguna.

Suficiente tiempo pasó hasta que la ceniza del cigarrillo cayendo sobre su pierna lo hizo volver en sí. Mecánicamente le dio tres caladas seguidas. Sinceramente odiaba fumar, además sabía que le hacía daño, pero apreciaba que su sistema nervioso se deprimiera cada vez que consumía nicotina. Tener la mente en blanco por unos instantes, le había brindado alivio en varios momentos de descontrol emocional... Así que siempre se aseguraba de consumir toda la nicotina que cada cigarrillo ofrecía. No podía permitirse desperdiciarlos dejándolos quemar.

Antes de que pudiese responder, ella se incorporó también y acercándose le dijo, "Pero quiero un beso primero."

Volviendo en sí, Adrián apartó un poco la cara, sabía que ella no disfrutaba del sabor a cigarrillo en sus labios.

Como si ella pudiese leer sus pensamientos, le dijo cariñosamente, "También disfruto besarte después de que fumas. No hay nada que me desagrade. Hasta este olor me recuerda a ti."

Mientras correspondía el beso, no podía evitar mofarse a sí mismo, "Acaso apareceré en su cabeza cada vez que algún cliente que fume la bese... qué patético," pensó. Aunque inmediatamente se arrepintió. A esas alturas, ella era su persona favorita. No se merecía nada de su desprecio.

Luego de apartase, volvió a fijar la mirada hacia algún punto y dijo bajando la voz, "¿Recuerdas cuando nos conocimos?"

Ella se estremeció un tanto y asintió lentamente, aunque él no la miraba. No respondió con palabras ya que sabía que seguiría hablando.

"Apareciste frente a mí, en un momento en que buscaba soledad, para proponerme una posesión. Qué chiste... Ni siquiera hoy entiendo por qué acepté. No solo eso. Desde el momento que hablaste, quedé cautivado. Terminamos en el restaurante aquel, para acordar las condiciones de nuestro negocio, y lo que se suponía que serían un par de horas se convirtió en un fin de semana completo. Me sentí hasta avergonzado de estar aprovechándome de la situación."

Luego de una pausa breve, continuó.

"Ni siquiera pensé en besar a alguien de nuevo hasta que me robaste ese beso. Me asusté al pensar que te iba a rechazar impulsivamente, e incluso me decepcioné porque te estabas excediendo y que todo terminaría ahí. Pero solo te correspondí... y el calor que se extendía por mi ser era tan... adecuado, que solo quería sumergirme en ti."

"No había pensado en tener intimidad durante mucho tiempo hasta esa noche. Solo quería besarte y disfrutar el contacto humano que no sabía que anhelaba. Pero tú fuiste quien me poseyó. No quedaba ni una pizca de control en mí. Un rayo casi físico de... algo... me estremeció la primera vez que estuve dentro de ti."

"Recuerdo tu gemido," murmuró ella mientras sus ojos estaban cerrados. Él no la escuchó.

"Pensé que había dejado que mis instintos se descontrolaran y estaba bastante seguro de que me arrepentiría después. Pero no. Se sintió tan natural y correcto. Casi familiar. Un nivel de química que no sabía que podría existir. Y de alguna manera comencé a anhelar el sentimiento."

"Luego hablamos. Y sin saber por qué, te conté tanto de mí. No recuerdo por cuánto tiempo hablé, pero fue catártico. Y sentí liberarme de un peso profundo en el pecho." La mano que sostenía el cigarrillo apuntaba a su corazón. Un poco de ceniza cayó con el contacto, pero él no se dio cuenta. "Y de alguna manera pensé que esto era demasiado bueno para ser verdad, pero quería explorar tanto como se me permitiera."

Después de tres caladas rápidas, continuó "Entonces hablaste. Recuerdo respondiste el primer tema que toqué. Acerca de la objetividad. Y fue tan... ingenuo y simple. Estaba tan decepcionado que sentí el impulso de interrumpirte. Pero dejé que terminaras tu divagación por cortesía... Seguiste hablando y hablando e incluso estaba empezando a impacientarme, cuando entendí que lo que decías tenía bastante sentido. Y me encontré estando de acuerdo. Era la primera vez en mucho tiempo que me sentía comprendido, como si fuera un libro que estuvieras devorando. Y comencé a anhelar ese sentimiento también."

"Digo esto como ejemplo, porque cualquier otra cosa que hicimos juntos después fue similar. Mi química contigo no tiene un tope, y la forma en que te comportas cuando estás conmigo, como una gata tímida intentando de jugar antes de comerme... es muy adictivo.

"Pero no tan adictivo como esta cosa." Levantó la mano y mostró el cigarrillo, casi completamente consumido. Después de una calada, continuó "No eres una necesidad para mí. No te necesito, e incluso si me brindas todo tipo de placer, no me siento obligado a estar contigo, ni presionado por ti. No eres un escape de los malos pensamientos, no eres un ritual para mí, y ni siquiera un regalo o alguna forma de cuidado personal que podría darme a mí mismo."

Respiró profundo.

"Estoy aquí contigo porque quiero. Porque me gustas mucho. Pasé mis días luchando por controlar, aplacar o al menos dirigir mis pensamientos y emociones. Pero no necesito control cuando estoy contigo. Tú me das libertad, y no hay otro lugar en el que prefiera estar que aquí contigo."

Él se giró y la miró, manteniendo su expresión seria. Ella seguía con los ojos cerrados. Algunas lágrimas ya se secaban en su rostro.

"Qué patético decirle esto a una prostituta..." pensó Adrián antes de dar una larga calada al cigarrillo. Exhaló el humo junto con sus pensamientos negativos, antes de apagarlo en el cenicero y volver a verla.

Como si sintiera su mirada, ella abrió los ojos y dejó que otro par de lágrimas se escaparan. Sonrió después de un instante y, luego de buscar con las manos por la cama, encontró el sobre y se lo ofreció. "Tómalo, hoy no quiero que me pagues."

Él sonrió sin moverse. Aunque no confiaba completamente en nadie, le conmovió el gesto.

Después de un rato con la mano estirada, ella frunció el ceño y, con el rostro serio, se puso de pie —el corazón de Adrián daba un vuelco cada vez que la veía desnuda actuando casualmente—, y se acercó a un escritorio cercano mientras él también se levantaba del lado contrario de la cama. Dudó antes de poner el sobre dentro del cajón del escritorio furtivamente, junto a muchos otros, todos sin abrir y todos con la letra A en alguna esquina.

Cuando ella volteó, lo vio de pie en la cocina bebiendo agua. Su corazón dio un pequeño vuelco, como siempre que lo veía desnudo actuando casualmente. Y, recordando la cena, se acercó corriendo.

Él se distrajo por un momento al verla moverse tan natural mientras estaba desnuda. Sabía que lo estaba haciendo a propósito, así que se permitió admirar lo que consideró un agradable acto.

Ella tomó un delantal y se lo colocó en los hombros mientras se ponía de espaldas y le hacía señas a Adrián para que le ayudara con el nudo. Él reaccionó de inmediato y lo ató al primer intento. Sus manos trataron de bajar, pero no se le permitió continuar.

"¿Por qué mejor no me cuentas la historia del ángel que va al infierno?... el que no pudo salvar a una chica, así que termina siendo el diablo para al menos estar con ella. Mientras yo cocino," dijo ella mientras se escapaba de las garras de su amante y empezaba a lavar algunos platos.

Adrián se quedó pensativo y la miró por un momento antes de volver a la habitación. Un minuto después, estaba de vuelta con ropa interior. Se sentó en la barra de la cocina y apoyó la cabeza sobre sus manos. "Te refieres a la historia de Azrael. Alguna vez te la conté, ¿no? Porque no va de eso. Pero no recuerdo bien los detalles ni cuánto te conté. Qué raro, debería recordarlo."

Ella se frenó por un instante, y sin voltear le dijo "Oye, pues... me comentaste que solías preguntarte esto, y yo debía decirte que... existen momentos en los que tus recuerdos no se guardarán... en tu cabeza. Y conforme pase el tiempo será más frecuente... por lo que-"

"Perderé mi pasado." le interrumpió. "No es eso, solo que al parecer te dije algo de esa historia sin mucho sentido en alguna ocasión. He mejorado, de hecho. Ahora siento como si esos recuerdos que se van no están perdidos por completo. Solo ocultos."

¡CRACK! Le interrumpió el sonido de vidrio quebrándose. Seguido de pedazos cayendo al fregadero.

Él se acercó de inmediato a ayudar, pero solo se rompió una taza, ella estaba bien. Después de una disculpa "por hablar sin pensar" y de un "no te preocupes conmigo puedes hablar lo que quieras," apenado, Adrián cambió el tema diciendo "A ver, solo debo cubrir en general lo que te podría haber contado y por tanto que recuerdes, esto te refrescará la memoria. Pues... ¿por dónde empezar?"

"Supongo que empezaré con Dios. O lo que se conoce como Dios o cualquier tipo de deidad suprema. Que es un ser absurdamente poderoso. Que en el universo abiertamente, no tiene tanto poder y además no es el único de su tipo, sin embargo para nosotros si es el único Dios y eso es porque toda la existencia está hecha de Dios. Estamos literalmente dentro de Dios. Desde la arena, el aire y hasta nuestro cuerpo son pura materia divina, producto de la decisión de Dios de crear vida."

La mujer terminó de recoger el desorden en el fregadero y tomó los trozos de la taza mientras abría el ducto de basura, donde se podía ver una pieza de carne visiblemente sazonada junto con otros acompañamientos crudos entre otros desechos. Luego de cerrarlo y de preparar dos tragos para abrirse el apetito, se sentó cerca de él y empezó a abrir mucho los ojos, coquetamente dándole a saber que le fascinaba escucharlo.

"Dios no creó a cada ser humano. Nosotros estamos hechos para reproducirnos y nacimos de un padre y una madre mortal y para esto se tuvo que completar todo el proceso evolutivo durante millones de años. Los únicos que han nacido de lo que se puede considerar el vientre de Dios fueron los primeros humanos con consciencia, que ciertamente empezaron con dos, pero que luego de salir del Edén o de su etapa de desarrollo, se encontraron con que ya habían seres humanos con quienes congeniar. Sin embargo ya que habían recibido la lección de la traición de la serpiente. Fueron cuidadosos y cumplieron la misión que se les encargó indirectamente. Y pues se podría decir que el ser humano es un ser egoísta, celoso, manipulador y mentiroso. Sin embargo somos el resultado del entonces nuevo sentimiento de paternidad que se manifestó en Dios. Consecuencia de lo que le comenzó a pasar cuando dejó de crear abominaciones. Que eran todo lo que había creado en ese entonces. Unos seres deformes, horribles y que solo siguen su instinto. Claro, sin el libre albedrío del que disfrutamos nosotros. Por lo que más que seres vivos, son extensiones de Dios. Completamente controlables. No hay un pensamiento que tengan y que no sea inmediatamente comprendido por su creador. Y esto fue verdad hasta que la consciencia de Dios empezó a desarrollar emociones. Millones de años en el pasado, nuestro propio Dios se enfrentó con algo sin precedentes. Pasó de ser un ser completamente inmaterial a ser un ser físico, de manera muy repentina. Y aunque jamás perdió una onza de poder, y aunque siempre se ha fortalecido con el paso del tiempo, se encontraba ahora en una situación que escapaba de su control. Se había transmigrado en el cuerpo de un infante. Y aunque poseía todo el conocimiento y el poder de un ser de su calibre, estaba ahora dentro de un cuerpo cuyos procesos químicos producían emociones. Imagínatelo. Las emociones de un bebé con el potencial de que un ser divino las experimente. Es una situación muy absurda"

Él tomó más de su trago mientras veía que su amante estaba de vuelta en la cocina. Estuvo distraído mientras hablaba sin medir palabras y en cierto momento estaba viendo hacia un lado mientras ejemplificaba lo que decía con sus manos. Por lo que solo se daba cuenta ahora de lo mal planificada que estaba la cena que le prometieron.

Había un pedazo de pollo siendo descongelado muy rápido, por lo que se terminaría cocinando. Y la única lechuga que podía ver era pequeña y no se veía fresca. El aderezo iba a ser entonces una combinación de varios frascos de salsas variopintos que estaban en la mesa. Durante los últimos minutos varios frascos fueros añadidos mientras otros se regresaban al refrigerador sin usarse. Uno de ellos hasta terminó en la basura.

Había algo de frustración que se podía ver en el rostro de la mujer, por lo que Adrián se levantó y le besó abrazándola. Ella levantando los brazos porque tenía las manos empapadas y no quería mojarle. Mientras él le vaciaba las manos y la llevaba de vuelta a la barra. Ella trataba de insistir en continuar pero él solo la miraba profundamente a los ojos, con una expresión tranquila. Ella eventualmente dejó de hablar y luego de un titubeo ordenó comida usando su celular.

"Llega en un rato, y quiero escuchar la historia. Pero apresúrate porque si llega la comida y sigues hablando vas a tardar mucho en comer y no me gusta." dijo ella mientras el comentario familiar hacía que los trozos quebrados dentro de Adrián de nuevo hacían mella.

"Por supuesto que si, seré breve" respondió mientras se llevaba un cigarrillo a la boca. Luego de una calada continuó "La primera sensación que invadió a Dios fue el amor, junto con la soledad. Quería ser amado y se sentía muy solo. Por lo que hubo un cambio muy radical en la manera en que empezó a hacer las cosas. Por lo que en los próximos quince días. ¡Quince! Para un ser eterno quince días son... pues hasta para mi no son nada, pero este señor creó el cielo, la tierra dentro de una nueva galaxia, solo para su nueva creación. También creó que se puede considerar como una versión mejorada de los ángeles. Y que no eran tan horribles. Aunque desde el más amorfo hasta el más angelical eran unos psicópatas. Esto porque lo que le pasaba a Dios podrías verlo como una enfermedad. Tanto él como sus creaciones manifestaban el potencial de sentimientos y no les quedó más remedio que tratar de adaptarse a cada uno de los cambios que experimentaban conforme pasaba el tiempo. Por ejemplo las masacres que hubo cuando el odio empezó a nacer en Dios."

Otro trago entre un par de caladas y haciendo un gesto de terror continuó "¡Y la muerte! El miedo se apoderó de Dios y de sus ángeles quienes ya no eran constantemente monitoreados por Dios. Y aunque aún eran controlables, comandarlos no era algo que le importara hacer ahora a Dios, por lo que se esfumaba todo el orden que se había orquestrado desde siempre, mientras era insensible. Durante ese tiempo Dios empezó a experimentar con el ciclo de la vida y la muerte, y para probarlo empezó a masacrar a casi todas sus creaciones. Haciéndolas renacer antes de probar la efectividad de cada ciclo, la cantidad de poder que podría consumir y el nivel de resistencia de los diferentes tipos de almas. De cualquier cantidad de formas, cada una más odiosa que la otra. Y esta tendencia de masacrar a su descendencia jamás se desvaneció por completo. Así que a la larga solo quedaron sus ángeles más fuertes. Las abominaciones fueron más que todo exterminadas. Dentro de los muchos sentimientos que llegaron a ocuparlos estaba el asco y la indignación. Por lo que los pobres ángeles grotescos fueron las primeras víctimas. Solo quedaron algunos poderosos, necesarios o útiles, como el ángel de los muchos ojos."

Adrián extendió las dos manos mientras el cigarrillo volvía a su boca, indicando el número 10. "En la alabanza a Dios, constantes. En el trono de Dios, los más allegados. En su amor a Dios, los más ardientes. En sus formas, los más hermosos. En la fuerza, los más poderosos. Los serafines fueron los 10 más poderosos de los ángeles y son muy parecido a nosotros ya que fueron creados durante lo que se puede considerar la juventud de Dios. Son básicamente unos seres creados por su vanidad. Y después de muchos años y de toda una vida compartiendo la vida con sus matices, junto a sus creaciones, Dios experimento otra ola de sentimientos que volvieron a cambiar la manera en que actuaba y pensaba. Ya con la mentalidad que experimentaría un anciano, recibió una puñalada en la espalda en la forma de traición. Por su angel más cercano y amado. Ya te imaginas de lo que hablo, por supuesto. Por lo que a Dios no le quedó más remedio que despojarlos de su resplandor y lanzarlos al infierno, atascados en el ciclo de la vida y la muerte. Ninguno podía salir y todos eran prisioneros recibiendo castigo, muchos de ellos se escaparon al volverse demonios. Sin embargo algunos de ellos lograron conmover a Dios y este decidió perdonarlos o reducir sus castigos. Lo cierto es que Dios jamás volvió a crear un ser de ese nivel. Y durante muchos años se dedicó a cosechar a la raza humana."

"Y aquí es donde sale Azrael, ¿no?" mencionó la mujer. Él sonrió mientras asentía.

"Uno de los ángeles perdonados fue Azrael, a quién se le propuso una tarea imposible, prácticamente para castigarlo." Calada, "La gran traición no fue más que algunos serafines estaban en desacuerdo con la idea de que Dios crease a un ser hecho a su imagen y semejanza. Con libre albedrío. Representaciones divinas de si mismo. Para que se reproduzcan y ocupen toda la creación. Quienes al fallecer podían ser cosechados y consumidos... y que además debían ser alabados, ya que eran en principio una expresión divina."

"Varios de los serafines directamente lo contradijeron y lo que empezó como una agitada discusión terminó con los más fuertes serafines atacando a su creador. Dios había subestimado la fuerza que cada uno había cultivado y ellos a su vez ignoraban la extensión de la presencia de Dios. Que no solo los poseía, sino que los abarcaba. Pero los ángeles se consumieron a si mismos, imitando el ciclo de la vida y la muerte, cultivaron una energía que era lo contrario al poder divino. Eso fue lo que se considera como el inicio de lo diabólico y la gran caída de los ángeles."

"Junto con los planes de crear al hombre, Dios había ya establecido el ciclo de la vida y la muerte. Además de haber creado a sus arcángeles, tronos, dominios, virtudes, poderes, principados y potestades para que lo apoyaran en guiar y proteger a la humanidad y sus líderes. Quienes terminaron salvándolo durante el conflicto."

Calada. "Azrael no tuvo mucho que ver con esto, ya que originalmente era una enorme abominación que solo vagaba. Una de las pocas no siendo tan afectada por los sentimientos de sus pares. Siendo flotar a la deriva su único propósito... y observar. Hasta que Dios se hizo presente ante si y lo hizo detenerse, diciéndole que Lucifer ahora habitaba la tierra y que su fuego y sus vástagos se extendía sobre toda la creación, que necesitaba un puñado de tierra o siquiera un poco de barro enegrecido por el fuego. Azrael era una de las primeras abominaciones de Dios. La palabra de Dios era más que suficiente para convencerlo, aceptando algo que cualquier otro estaría aterrado de intentar. Aunque el mérito no fue tanto, ya que al materializarse en la tierra, solo se encontró a Lucifer extendiendo sus manos llenas de la tierra más fértil que encontró. De esa manera Azrael terminó contribuyendo con la creación."

"¿Sabes cuál fue el problema?." Apagó el cigarrillo y bebió lo que quedaba del trago "Cuando Dios se presentó ante Azrael, lucía tan derrotado. Su divinidad se desvanecía y ya se notaba. Azrael siendo un bégimo no pudo evitar, aún con la indiferencia que le caracterizaba, pensar en lo fácil que sería consumir a su creador en ese momento. Fue solo un pensamiento que jamás habría llegado a ser, pero para un Dios débil y dolido por la traición, era suficiente como para querer castigarlo."

"El castigo consistió en convertirlo en una abominación aún más compleja, pero necesaria al menos esta vez. Ya que con sus manos tocaba el cielo y sus tobillos estaban enterrados en el infierno. Con un par de ojos y lenguas por cada persona. Pasando a ser el encargado de guiar cada alma a través del proceso de la muerte. Y lo hizo sin novedades durante mucho tiempo. Hasta que empezó a notar una cantidad absurdas de almas que salían de la misma madre. Ya para ese tiempo Dios había fallecido y empezaba su largo proceso de renacimiento y quienes quedaron a cargo del cielo y la humanidad aún estaban muy afectados durante todo el conflicto anterior, por lo que no había mucho orden en ningún lado."

"Azrael se hizo hombre y con un par de alas negras planeó hacia la tierra para investigarlo. Ahí fue que conoció a Lilith, quién-" ¡RING RING!

A estas alturas ella estaba ya totalmente recostada sobre él. Se incorporó ligeramente molesta por la interrupción, y sin demora recibió la comida. Cenaron ambos sobre la barra de la cocina y entre preguntas, respuestas y risas, ocurrió el accidente.

Ella siempre tenía cuidado al hablar. Ya que lo conocía muy bien. Tal vez algún comentario insignificante podría revivir en él cosas que ella deliberadamente se esforzó en borrar. Aunque todas estas cosas aún vivían y se movían dentro de ella. Y al final del día ella era solo un persona, ya estaba cansada. Aunque no dudaría en protegerlo y escudarlo durante el resto de su vida, habían momentos en que su propio dolor y el miedo y la inseguridad detrás de cada acción la sumergían. Y lo que era peor para ella era la sensación de que cada vez que sentía que estaba haciendo las cosas bien, se dañaban sin merecerlo. Aprendió a disfrutar los temas raros, las conversaciones inusuales y los pensamientos sin sentido aparente. Podrían hablar todo el día así y jamás dolía.

Fue en uno de estos momentos amenos, mientras ella terminaba de cenar, que le preguntó sin pensarlo mucho "Entonces, ¿Qué le dirías a Lucifer si se manifestara ante ti? ¿Le hablarías tu a él o él a ti?"

Riéndose, él le respondió "Probablemente no sea una conversación, no soportaría mantenerle la mirada viendole los ojos. No se por qué detesto ese color. Además la cosa es que no lo puedes considerar malo, si alguna vez conoces a un niño que haya cargado con la responsabilidad de algún padre enfermo, entenderías que-." Dejó de hablar al ver como su acompañante fallaba en disimular los sentimientos que la abordaban. Un temblor imperceptible pero constante la iba dominando y su expresión no lograba ganarle a la tristeza que sentía. "Maldita sea" pensó ella antes de bajar la mirada, no lo suficientemente rápido.

Él estaba visiblemente sorprendido por la reacción. Estaba acostumbrado a la inestabilidad en general, pero esto lo tomó por sorpresa. Fueron sus gestos tan familiares lo que terminó de quebrar la delicada ruina que quedaba de su psique. El pulso de dolor, ahora intenso, le hizo tocar su pecho mientras fruncía el ceño y sin confiar en sus palabras preguntó "¿...conozco tu nombre?." Se incorporó y mirándola extrañado continuó "¿quién eres? ¿qué soy para ti?" pero no hubo respuesta.

De todas las cosas que ella sabía de él, hacerlo molestar era una de las que despreciaba más. En especial cuando no lo hacía a propósito. Pero esta vez era necesario, pues era el preámbulo para algo en lo que ella también era muy experta. Hacer que se vaya.


Después de despedirlo, se quedó en la puerta por un rato más largo que cualquier otra vez, y solo entró cuando la molestia en los ojos la hizo volver en si. Olvidaba lo irritados que se ponían sus ojos si lloraba mientras usaba esos lentes de contacto.